En determinados casos seleccionados puede hacerse necesaria una fijación de las vértebras que participan en la intervención. Esto sucede cuando se demuestra que en dicho nivel existe una inestabilidad (movimiento anómalo y excesivo) que genera dolor lumbar. Mediante está técnica, es posible llevar a cabo la fijación mediante una mínima invasión. A través, una vez más, de separadores tubulares (de un diámetro algo mayor, 21 mm) se reseca la mayor parte del disco intervetebral y se coloca en su lugar un dispositivo de soporte intervertebral (cajas, bananas, implantes…) junto con hueso que puede provenir del propio paciente o ser artificial fabricado con técnicas de ingeniería tisular. Adicionalmente, se colocan tornillos a las vértebras percutáneamente, los cuáles son unidos entre sí mediante barras o placas. Es un procedimiento algo más agresivo, pero entraría dentro también de la denominación de “mínimamente invasivo”, las incisiones realizadas son pequeñas y en la mayoría de los casos es posible el alta del paciente en unas 24 o 48 horas.