Los materiales que componen el disco intervertebral así como la estructura que los configura están obviamente también sujetos a los procesos de degeneración. El concepto de “disco negro” hace referencia al color que muestra el mismo en la resonancia magnética cuando degenera, debido a la pérdida de agua (en determinadas “secuencias” o modalidades de la resonancia, el agua brilla y se ve de un color claro, por lo que una estructura deshidratada se verá más oscura). Teóricamente, produce un típico dolor lumbar que se denomina “discogénico”, que empeora con movimientos de flexoextensión. Para afinar el diagnóstico pueden utilizarse diversos test de provocación en los que se inyectan fármacos en el disco sospechoso. No obstante, el diagnóstico conlleva muy a menudo mucha dificultad. Básicamente, los discos negros se asocian a otros hallazgos en la columna. Esto, sumado a que por lo general no sólo es uno el disco negro, hace que sea complicado atribuir el dolor a un disco en concreto. Por la misma razón, la indicación de tratamiento quirúrgico es muy controvertida. Aunque hay algunos estudios publicados con resultados aceptablemente satisfactorios tratando estos discos mediante fijación, la evidencia científica al respecto es escasa y, por lo general, su cirujano puede mostrarse reacio a proponerle una cirugía para tratat esta patología, dado que posiblemente no pueda ofrecer una garantía de resultados. Las terapias físicas y conservadoras, así como la eliminación de determinados factores de riesgo como el tabaco o la obesidad cobran aquí una importancia sustancial.